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 Julio I. González Montañés ©

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El teatro en las bibliotecas y librerías

 

 

   Testimonio indirecto de la popularidad del teatro en Galicia, al menos entre las élites letradas, es la presencia de textos teatrales en las bibliotecas gallegas, aunque evidentemente en la mayor parte de los casos hay que pensar que se trataba de textos para la lectura y su existencia no prueba que se hayan representado en Galicia. Sin embargo, cuando se trata de manuscritos, pueden indicar que la copia se encargó con un interés que iba más allá de la lectura y el estudio.

  Incluso en ejemplares impresos tenemos noticias, en fechas tardías, de que se utilizaban como libretos en representaciones populares, por ejemplo en Ribadavia donde las comedias sueltas de la biblioteca de Leopoldo Meruéndano tienen notas manuscritas que indican que sirvieron como texto base para las Istorias representadas en el siglo XIX por los vecinos en las fiestas de la Virgen del Portal (cf. Foto), o Cee donde piezas del siglo XVII de Luis de Valdivieso fueron llevadas a las tablas en el siglo XIX por Antonio Canosa y Lado, de la parroquia de Santiago de Ameixenda, tomando como base una edición impresa que todavía se conserva en una biblioteca privada de Ponte do Porto (Doze autos sacramentales y dos comedias divinas, en Toledo, imprenta de Juan Ruiz, 1622. Cf. Foto).

 

Bibliotecas colegiales y monásticas

 De las bibliotecas de los jesuitas gallegos se conoce poco, pero en los inventarios y en los ejemplares procedentes de las mismas que se han conservado en otras bibliotecas, aparecen algunos títulos de obras teatrales, tanto de los autores clásicos como de los del Siglo de Oro y los propios de la Compañía (las obras del portugués Luís da Cruz, por ejemplo, aparecen en las bibliotecas de los colegios de Ourense, Pontevedra y Santiago). Varias son obras manuscritas representadas en otros colegios hispanos como la Comedia de San Luis Gonzaga o el Diálogo para la elección de un emperador, e incluso adaptaciones de obras extranjeras como El médico a palos, lo cual parece indicar que pudieron ser representadas en los colegios gallegos.

  En las bibliotecas de los conventos de otras órdenes religiosas también había obras de teatro. En la del monasterio de Sobrado consta la existencia de obras de Tirso de Molina y varias piezas teatrales menores del siglo XVII. Los franciscanos de Santiago tenían al menos siete piezas teatrales del costumbrista madrileño Francisco Santos (1623-1698) y varios autos sacramentales de Calderón. El convento de recoletos de San Lorenzo de Trasouto (Santiago) tenía una edición de 1576 de las comedias de Plauto, y Terencio aparece en varios conventos (el de San Francisco de Betanzos tenía “Un Terencio grande comental”). Consta también la presencia de comedias de Calderón en la biblioteca de los franciscanos de Ribadeo, y de comedias, sin indicación de autor, en el de los dominicos de Tui.

  La biblioteca de la época estudiada en la que el teatro estuvo mejor representado fue la compostelana del monasterio benedictino de San Martín Pinario. Según el análisis de Ofelia Rey Castelao, los títulos teatrales constituyen el 5,6% del catálogo y el 16,7% de los volúmenes. Incluyen tragedias de Moliere, de Roberto Garnier (ed. Rouen 1604) y de Corneille (1709); comedias de Calderón y Lope, y los 33 volúmenes del teatro cómico de Carlo Goldoni en la edición veneciana de 1757. En el inventario del monje Fr. Juan Sánchez (1710) consta que tenía Autos Sacramentales de Calderón y obras de Lope de Vega.

 

Bibliotecas privadas

 Del contenido de las bibliotecas privadas gallegas anteriores al siglo XIX, poco se sabe. Los datos que se conocen demuestran un claro predominio en ellas de la temática religiosa, pero incluso un canónigo-cardenal como D. Juan de Talavera tenía en 1699 una buena colección de comedias, y en la primera mitad del siglo XVIII sabemos que algunos particulares tenían también piezas teatrales en sus librerías, muchas de las cuales acabaron en la biblioteca de la Universidad de Santiago. Por ejemplo, el escultor Felipe de Castro tenía obras de Juan de Iriarte y de autores teatrales menores del siglo XVII, el político Ventura Figueroa manifiesta también una predilección por Iriarte y por el teatro del XVII (tenía dieciséis volúmenes con las obras de Lope de Vega), y Francisco Gayoso de los Cobos tenía tres volúmenes de Carlo Goldoni y cuarenta en cuarto con comedias francesas.

 En las bibliotecas de los nobles gallegos, consta la existencia de obras de teatro en la del VII conde de Lemos, mecenas de dramaturgos, patrocinador de representaciones teatrales y él mismo autor dramático. Sin embargo, el mayor coleccionista gallego de textos teatrales fue el I conde de Gondomar D. Diego Sarmiento de Acuña (1567-1626), también aficionado al teatro y patrocinador de espectáculos, el cual reunió una notable colección de más de sesenta piezas teatrales castellanas, portuguesas e italianas, tanto manuscritas como impresas.

  A finales del siglo XVII destaca la colección teatral de D. Andrés Ibáñez de Mondragón, I marqués de Santa Cruz de Rivadulla (1645-1709), en cuya biblioteca, estudiada por Leopoldo Fernández Gasalla, había una tragedia latina de Séneca; algunas piezas de Tirso de Molina incluidas en su Deleytar aprobechando; once tomos de comedias de Calderón; tres tomos de comedias de Agustín Moreto; dos tomos de comedias de Juan B. Diamante; un tomo de comedias de Antonio Solís y Rivadeneira, y un tomo de entremeses.

 Por lo que se refiere a la presencia del teatro en los catálogos de los libreros gallegos, Terencio es el auténtico best-seller en los siglos XVI y XVII: así lo indican los inventarios de los compostelanos Geraldo de Sol en 1553, Luis de Paz en 1564 (tenía veintiún volúmenes de Terencio) y Alonso Díaz en 1627 (veinte volúmenes). Su popularidad en Compostela hay que ponerla en relación, sin duda, con la Universidad, en la cual desde el siglo XVI, en las denominadas Repeticiones o Reparaciones que se hacían después de la clase de la tarde, se leían con frecuencia comedias de Terencio.

 También el público compostelano no universitario gustaba del teatro, como se deduce de los numerosos ejemplares de comedias que tenía en su inventario el librero Alonso Díaz en 1627 (diez volúmenes de Lope de Vega y algunas otras sueltas).

 

 

 

Comedia famosa, La prudente Abigail, imprenta de la Viuda de Joseph Orga, Valencia, 1762. Ejemplar de L. Meruéndano anotado para representar en las Istorias de Ribadavia.

 

 

Ejemplar de los Autos de Valdivieso anotado y con dibujos para la representación. Bbiblioteca de Rafael Lema Mouzo.

 

Luís da CRUZ, Tragicae, comicae que et actiones, à Regio Artium Collegio Societatis Iesu, datae Conimbricae in publicum theatrum auctore Ludouico Crucio, apud Horatium Cardon, 1605

 

Retrato de D. Diego Sarmiento, I conde de Gondomar

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