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 Julio I. González Montañés ©

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Proclamaciones y coronaciones reales

 

    

  Una vez concluidas las exequias del monarca difunto, y en ocasiones antes, o posponiendo el luto para poder celebrar festejos, tenía lugar la proclamación pública del nuevo Rey. Las proclamaciones reales en la Edad Moderna eran fiestas con motivaciones políticas y de propaganda monárquica que escenificaban un pacto simbólico entre la Monarquía y una representación del pueblo, los magistrados locales, la nobleza  y la Iglesia. Al principio se trataba de una ceremonia muy sencilla: en las villas y ciudades el pueblo era convocado ante la Casa Consistorial y un oficial (desde Felipe II el Alférez Mayor) alzaba el pendón del nuevo rey, proclamaba el comienzo de su reinado y el pueblo gritaba tres ¡Vivas! Posteriormente la ceremonia se fue complicando y se procuró la participación del clero, de las autoridades con trajes de gala y de los gremios que representaban un número musical o de danza ante el Ayuntamiento. Se hacían también frecuentemente máscaras a caballo y foliones, se disparaban salvas y fuegos artificiales, y, en ocasiones, se corrían toros y se representaban comedias.

   En Galicia hay noticias de varios de estos festejos, el primero el de la proclamación de Felipe II en 1556 en A Coruña, donde se elevaron pendones con las armas del Rey, del reino y de la ciudad “el cual pendón ha de ser de tafetán colorado con sus borlas y cordones y bordadura”, y se corrieron tres toros por las calles. No sabemos si en estas fechas había espectáculos de mayor entidad como sucedía en siglos posteriores, en los que era costumbre que los regidores saliesen del Ayuntamiento a caballo, con porteros, timbales y clarines, dirigiéndose a la casa del Alférez Mayor que comparecía con su caballo engalanado (a veces de luto por el rey muerto), rodeado de lacayos y portando el pendón. Cabalgaban todos hasta la Casa Consistorial donde tenía lugar la proclamación en un tablado levantado al efecto delante de ella, y después había desfile por las calles, cohetes, salvas, y, en algunos casos, se erigían arcos de madera alegóricos. Terminado todo había baile y se daba un refresco al pueblo en el que se gastaban respetables sumas.

  La ceremonia era similar en todas las villas y ciudades donde se solemnizaba (además de en las siete capitales tenemos noticias de ellas en Vigo, Viveiro, Ribadeo...), y se mantuvo invariable a lo largo de los siglos, si acaso con un incremento del aparato festivo durante la época borbónica. En Betanzos, por ejemplo, la proclamación de Felipe III en 1598 se celebró el 15 de noviembre con alzamiento de pendones y luminarias nocturnas, pero la celebración de la  proclamación de Fernando VI en 1747 duró tres días y, además del alzamiento y las luminarias, hubo también fuegos artificiales, danzas gremiales, máscara a caballo y foliones. La Casa Consistorial fue engalanada con colgaduras y en su fachada se colocó un rico dosel de terciopelo carmesí, bajo el cual se situaron los retratos del Rey y de la Reina, escudos con las armas de la ciudad y el pendón real. Hubo también procesión general, Te Deum y Misa cantada.

  Del mismo modo, en Viveiro la proclamación de Felipe II el 1 de mayo de 1556 se ajustó a los patrones de la época de los Austrias, con una ceremonia solemne pero exclusivamente política: ¡Vivas!, procesión con el pendón y alzamiento del mismo en un "cadafalso que allí estaba hecho y adornado como tal acto requería". Similar fue la proclamación de Felipe V el 5 de diciembre de 1700 (con las exequias de Carlos II todavía muy recientes), pero en la de Luis I en 1724 el ayuntamiento acordó hacer tres días de fiestas con funciones religiosas y sermones, comedias, toros, luminarias, salvas de artillería y fuegos artificiales .

 La proclamación de Luis I fue también muy festejada en A Coruña y en Santiago, y se conservan en los libros de acuerdos municipales de ambas ciudades detalladas descripciones de las ceremonias del alzamiento de pendones y de la espectacularidad de los cortejos ciudadanos que recorrieron las calles. En A Coruña la ceremonia de proclamación se hizo el 27 de febrero de 1724, pero hubo tres días de festejos con luminarias, danzas gremiales (varias terminaron con coplas alusivas), y una espectacular máscara final en la que los plateros llevaban una carroza con el retrato del Rey. En Compostela fueron también tres los días de fiestas, comenzando con el alzamiento de pendones el 23 de febrero. Las tres noches hubo luminarias y fuegos artificiales en los que se gastaron más de 20.000 reales, lo que provocó más tarde problemas con el Consejo de Castilla que solo autorizó la mitad del gasto.

 Otro caso de proclamación con representaciones teatrales en la época estudiada fue la de Fernando VI en 1746, la cual se celebró en Galicia con grandes fiestas en Lugo, Ourense, Santiago, Betanzos y Tui, todas ellas con representaciones teatrales y/o máscaras espectaculares:

  En Lugo (8-10 de octubre de 1746), al habitual acto de proclamación oficial con alzamiento de pendones y Vivas al nuevo Rey siguieron tres días de fiesta ciudadana con participación de los gremios que ejecutaron sus danzas tradicionales. Hubo también corridas de toros y novilladas, fuegos artificiales, iluminaciones nocturnas e Istorias, a cargo de las organizaciones gremiales (Moros y Cristianos, Dioses de la Antigüedad, Siete ciudades del Reino de Galicia), y la ciudad ofreció el habitual refresco a los notables, aunque hubo que suspender por la lluvia "Alcancías y torneo, sortija y otras funciones". La Relación de las festivas demonstraciones con que la M. N. Antigua y L. ciudad de Lugo ... expresó sus júbilos en la aclamación ... de ... el Señor D. Fernando VI ... desde el día ocho de octubre de este presente año de 1746 (Imprenta de Buenaventura Aguayo, Santiago de Compostela, s.a., 1746), informa también que la cofradía de Santa Catalina (gremio de zapateros) representó una Loa a Fernando VI: "Una Loa hecha al assumpto / llevaba este afecto Gremio, / la que representan todos, / con aplauso de todos por su esmero" .

En Ourense se representaron en la Plaza Mayor tres comedias protagonizadas por oficiales de los gremios y con participación de la Capilla de Música de la Catedral , y en Tui consta que el ayuntamiento decidió ofrecer para la proclamación "algunos dias de comedias para maior diversion del pueblo, en su naturales y mas que concurrieren de afuera a zelebrar tan plausible noticia". Para representarlas se buscaron "algunos sujetos de ynteligencia" y se le encargó la organización al "Ayudante Don Phelix Arredondo" .

 En Santiago parece que no hubo teatro, solo la ceremonia política de la proclamación el domingo 28 de agosto de 1746 en un estrado con los retratos de los reyes donde se alzaron los pendones y se dieron los Vivas! y gritos de Galicia!, Galicia!, Galicia!. Calles y fuentes se engalanaron, y por la noche hubo fuegos artificiales. La víspera se había hecho una máscara a cargo de los gremios "dividida en quatro partes a saver, la Africa, Asia, América y Europa, cada una con su distintivo". Con ella probablemente se trataba de ensalzar el poder de la monarquía hispana por medio de alegorías que representaban las cuatro partes del mundo en las que estaba presente el gobierno de los reyes españoles. Europa era: "una Dama ricamente aliñada con corona ymperial en la caveza, un cetro en su mano derecha y en la izquierda una cornucopia con muchas diferencias de frutas, y a los lados de dha cornucopia dos coronas, una ymperial y otra sin ymperiales y juntamente una tiara". Cerraba la cabalgata un "Carro Triunphante", en el cual estaba colocado un retrato del monarca, escoltado por treinta granaderos y acompañado por la Capilla de Música de la catedral. Finalizada la máscara se ofreció un refresco a base de dulces que importaron 573 reales, acompañados de horchata y limonada por valor de 224 reales .

 En Betanzos el Ayuntamiento dispuso la celebración de festejos los días 9, 10 y 11 de septiembre de 1746, descritos minuciosamente por el secretario del Ayuntamiento, D. Francisco Caneiro de Arriola, en el Libro de Actas municipal. Además del acto político de proclamación y elevación del pendón ante los retratos de los reyes, situados en un tablado con dosel delante de la Casa Consistorial, hubo misa y Te Deum, foliones, danzas gremiales, fuegos artificiales y luminarias. El lunes 11, el gremio y cofradía de Nuestra Señora del Rosario sacó a las calles por la noche "una luzida máscara de quarenta parexas representando la Ynstoria del rey Brigo con carro triunfante en que hiba sentado, la familia a los pies y colateralmente, música a la expalda, cubierto el carro triunfante y adornado vistosamente, rodeado de luces, y cada parexa de diverso disfraz figurando unas y otras los varones ylustres, distinguidos en armas y letras, hixos de Betanzos..." .

 

Coronaciones

  No fueron en la Edad Media los monarcas castellano-leoneses muy proclives a comenzar sus reinados con ceremonias públicas de coronación, que no se consideraban imprescindibles, y tampoco lo fueron en los siglos posteriores, a diferencia de otros países europeos como Francia. Desde la época visigoda está documentado el ritual de la unción sagrada de los monarcas en su Ordinatio, y quizá la existencia de coronas votivas indique que hubo coronaciones solemnes, pero el silencio de las fuentes al respecto es casi total. Parece que el rito de la unción pervivió en la monarquía leonesa (miniatura del fol. 271v del Antifonario de la Catedral de León del s. X), pero en la España medieval la entronización de los monarcas normalmente se limitaba a una ceremonia religiosa o palaciega de juramento de fidelidad de los nobles al nuevo rey, y/o a un besamanos que simbolizaba la sumisión al poder real. Sin embargo, sabemos que en algunos casos, cuando las circunstancias políticas demandaban una afirmación pública de la legitimidad y el poder del nuevo monarca, o aspirante a serlo, se hicieron coronaciones solemnes acompañadas de fiestas, algunas de las cuales tuvieron lugar en Galicia en la Catedral de Santiago o se programaron para hacerse en ella aunque, finalmente, no se hicieran como sucedió con la Alfonso XI en 1332.

  Sancho Ordóñez se hizo coronar Rey de Galicia por el obispo Hermenegildo en la catedral compostelana en el 926 (Sancho I de Galicia), como gesto de afirmación frente a su hermano Alfonso IV de León ("ego Sancius, predicti serenissimi principis domni Hordonii genitus, dum Deo adiuuante in eodem sepenominato loco apostolico sceptrum acciperem regni", dice el propio Sancho en una carta del 927 copiada en el Tumbo A). En el 958 fue su sobrino Ordoño Adefonsiz (Ordoño IV el Malo), el que fue coronado el 2 de marzo en Compostela por el obispo Sisnando II, con el apoyo de Fernán González y de la nobleza gallega, y en presencia de los obispos de Mondoñedo, Lugo, Tui y Ourense, frente a Sancho el Craso (Sancho I de León, consagrado también probablemente en Santiago en el 956). De nuevo en un contexto de conflicto político, la nobleza gallega proclamó Rey a Vermudo II frente a su primo Ramiro III y lo hizo coronar en Santiago el 15 de octubre del 982 por el obispo Payo Rodríguez: "...comites Gallecie factis ac verbis contristari. Ipsi quidem comites talia ferentes, callide adversus eum cogitaverunt, et regem alium nomine Veremudum super se exerunt, qui fuit ordinatus in sede sancti Iacobi apostoli idus Octobris, era millesima vicessima", dice la Historia Silense.

  Ya en el siglo XI, fue García II el que se coronó en 1065 como Rey de Galicia en Santiago, siendo consagrado por el que había sido su preceptor, el obispo Cresconio; y a principios del siglo XII el niño Alfonso Raimúndez fue proclamado Rey en 1109 cuando tenía cuatro años, y consagrado y coronado por el obispo Gelmírez en Compostela el 17 de septiembre 1111. La de Alfonso Raimúndez (Alfonso VII) es la primera coronación en España de la que tenemos una descripción, recogida en el capítulo LXVI de la Historia Compostelana:

"Así al domingo siguiente, en el que se canta en el introito de la misa 'Iustus es Domine', llevaron a Santiago con grande y noble cortejo y en medio de la alegría de todos al infante que iba a reinar. Y el obispo, vestido de pontifical, y los otros clérigos convenientemente revestidos con los ornamentos eclesiásticos, le recibieron en gloriosa procesión. Tomándolo el pontífice le condujo con ánimo gozoso ante el altar de Santiago apóstol, donde se asegura que descansa su cuerpo, y allí, según normas de los cánones religiosos, le ungió como rey, le entregó la espada y el cetro y, coronado con diadema de oro, hizo sentar al ya proclamado rey en la sede pontifical. Luego, una vez celebrada la misa solemnemente según lo acostumbrado, llevando al nuevo rey a su palacio, el obispo invitó a todos los próceres de Galicia al convite real, en el que el clarísimo conde Pedro fue dapífero regio y su hijo Rodrigo sostuvo como alférez la espada del rey, el escudo y la lanza, Munio Peláez presentaba al rey los manjares, y Bermudo Pérez mandaba servir a todas las mesas vino y sidra en abundancia, y así, saciados todos con diversos y bien aderezados manjares, pasó aquel día entre himnos y cánticos de júbilo" (trad. Emma Falqué Rey, 1994, pp. 174-75).

  Por último, tenemos el caso especial de Alfonso XI, que el día 25 de julio de 1332 fue investido caballero en la catedral compostelana por el mismísimo Apóstol Santiago in effigie, en lo que había sido planeado como prólogo de su coronación en Santiago. El ceremonial, diseñado por el obispo de Coimbra, Raymond II Ebrard, no se llevó a cabo, pero de acuerdo con lo previsto por él en el denominado Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla (biblioteca del Escorial Cod. &.III.3), que nunca llegó a terminarse, la coronación de Alfonso XI debería de haber tenido lugar en Compostela:

 "Quando el Rey entrare en Santiago con toda su caualleria, los arçobispos et los obispos, que deuen seer quatro a lo menos, deuen sallir reuestidos con toda la cleriçia muy noblemente et con gran procession a la puerta de la çiudade, con las cruçes et con reliquias. Et deuen reçebir al Rey con la mayor honrra que podieren. Et esto haran en el dia que el Rey ouiere de seer sagrado. Et de los filios dalgo de los meiores de su corte deuen descabalgar et tomar las riendas del cauallo en que el Rey caualgar, et lieuenlo por ellas honrradamientre. Et el su thesorero deue lançar dineros por las ruas ante el Rey. Et el su merino mayor deue trayer la espada alçada ante el. Et assi deuen yr fasta las primeras gradas de la yglesia de Sanctiago...".

  En el Libro de la Coronación se describe minuciosamente y se ilustra con miniaturas el ritual previsto, incluyendo los estrados que habrían de levantarse en la Catedral compostelana (véanse Fotos), pero a la postre la ceremonia se hizo en Burgos y solo se siguió parcialmente el ordo diseñado por el obispo de Coimbra. Probablemente los franceses Raymond de Coimbra y el arzobispo de Santiago, Berenguel de Landoire, querían un escenario simbólico como la iglesia de Santiago de Compostela, en la que habían sido proclamados reyes o se habían enterrado grandes monarcas leoneses, para confirmar al joven Alfonso y reivindicar la importancia de las antiguas sedes episcopales del noroeste peninsular, desplazadas por el avance de la Reconquista.

  Sin embargo, al final la coronación fue en Las Huelgas (Burgos), y Alfonso solo estuvo dos o tres días en Galicia. En este cambio de planes quizá tuvo algo que ver la muerte de Berenguel de Landoire en 1331. El caso es que finalmente se optó por dividir el ceremonial en dos partes: la investidura como caballero en la catedral de Santiago, y la coronación en Las Huelgas, monasterio de fundación real y lugar de enterramiento de la familia de Alfonso. Es lástima, porque privó al público gallego de disfrutar de los torneos, justas y bofordos, de la música, parte de la cual aparece transcrita en el ceremonial (véase Foto), y de las carrozas en forma de naves, las bailarinas y los juglares que deleitaron a los burgaleses, de todo lo cual conservamos una vibrante descripción de Ruy Yáñez en el Poema de Alfonso XI o Crónica rimada.

   No obstante, solo la ceremonia de la investidura como caballero, aunque no pueda calificársela como Teatro, con mayúscula, sí que fue una representación, un espectáculo público con claras intenciones políticas de legitimación de un monarca cuestionado . La ceremonia parateatral se concibió, en palabras de Rosa Rodríguez Porto, como: "una epifanía regia en la que se entretejieron fábula caballeresca y culto jacobeo", resultando un acto que entremezcló la liturgia y la normativa caballeresca, para el cual no pueden señalarse precedentes en el ámbito peninsular ni en el resto de Europa.

  La investidura la describe Fernán Sánchez de Valladolid en el cap. XCIC de la Crónica del reinado en los siguientes términos:

  "... el Rey salió de Burgos, et fué por sus jornadas en romeria á visitar el cuerpo sancto del Apostol Sanctiago. Et ante que llegase á la ciubdat, fué de pie desde un logar que dicen la Monjoya: et entró asi de pie á la ciubdat, et en la Iglesia de Sanctiago, et veló y toda esa noche teniendo sus armas encima del altar. Et en amaneciendo, el Arzobispo Don Joan de Limia dixole una Misa, et bendixo las armas. Et el Rey armóse de todas sus armas, et de gambax et de loriga, et de quixotes, et de canilleras, et zapatos de fierro: et ciñóse su espada, tomando él por sí mesmo todas las armas del altar de Sanctiago, que ge las non dio otro ninguno: et la imagen de Sanctiago, que estaba encima del altar, llegose el Rey á ella, et fízole que le diese la pescozada en el carriello. Et desta guisa rescibió caballería este Rey Don Alfonso del Apostol Sanctiago. Et porque él rescibió caballeria desta guisa, estando armado, ordenó que todos los que oviesen á rescebir honra et caballeria de alli adelante, que la rescebiesen estando armados de todas sus armas. Et el Rey partió de la ciubdat de Sanctiago, et fué al Padron otrosi en romeria, porque en aquel logar aportó el cuerpo de Sanctiago".

  Y hace también referencia a ella Ruy Yáñez en el Poema de Alfonso onceno o Crónica rimada (estr. 389-390):

"Por onrra e pres ganar / Ayuntó la su companna / Su espada fue tomar / En Santiago de Espanna. / En aquel día ganó / Este rey muy grant loor / Para Burgos se tornó / Aqueste noble sennor".

   Tanto la ceremonia de investidura en Compostela como la de coronación en Las Huelgas fueron oficiadas por el arzobispo de Santiago Juan Fernández de Limia. La noticia de que la imagen de Sanctiago, que estaba encima del altar, le dió al Rey la pescozada en el carriello, obliga a suponer que en la ceremonia intervino una estatua de Santiago articulada y móvil, quizá, como supuso Peter Linehan, el Santiago del espaldarazo que hoy se conserva en el monasterio de Las Huelgas (Burgos), a donde habría sido trasladado desde Santiago para armar caballeros en la ceremonia de coronación del monarca que tuvo lugar un par de semanas después, el 13 de agosto (la Crónica rimada dice que fue "en junio, mes falaguero", pero parece claro que se trata de un error, o de una licencia poética).

 

 

 

Pendón de la ciudad de Betanzos utilizado en las proclamaciones reales.

Foto (J. R. Núñez-Varela Lendoiro)

 

 

 

 

 

 

 

Relación de las festivas demonstraciones con que la M. N. Antigua y L. ciudad de Lugo ... expresó sus júbilos en la aclamación ... de ... el Señor D. Fernando VI . (1746)

 

 

 

 

 

 

Acuerdo del ayuntamiento de Santiago ordenando a los gremios hacer una máscara la víspera del día de la proclamación de Fernando VI (AHUS. AM-171, fol 100r).

 

 

 

 

 

 

 

Alfonso VII en el Tumbo A de la Catedral de Santiago

 

Aquí es pintado e figurado el balcon, e los estrados del Rey e de la Reyna, e los destaios... Diseño para los estrados del Rey y la Reina en la coronación de Alfonso XI en la Catedral de Santiago. Miniatura inacabada en el Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla del Escorial. La presencia de escaleras y la indicación en el Libro de que estarían "sobre la puerta principal de la catedral", lleva a pensar que se pretendía situarlos en la tribuna del Pórtico de la Gloria.

 

Página con música en el Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla del Escorial.

 

Santiago de las Huelgas, probablemente utilizado en la investidura como caballero de Alfonso XI en Compostela (1332). Sus articulaciones, accionadas mediante cordeles, le permiten dar el espaldaraço y la pescoçada a los aspirantes a la caballería.

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